martes, 12 de junio de 2012

Tengo ganas, tengo ganas. Tengo ganas de tener las paredes de un color amarillo desgastado, a juego con hojas de periódico antiguo hablando de carruajes, de caballos, de señoras con sombrilla, de desmayos, de las flores, de la primavera, de la industria y un aire como contaminado de progreso lanzándoseme de cabeza en los poros de la piel. Tengo ganas de hacer equilibrios con los pies desnudos por las juntas de los azulejos con cuidado, cuidadito de no caerme, y un pitillo apagado pegado a mi labio inferior, un sombrero de copa, rimmel corrido, vino seco por mis pechos, mirada perdida, música clásica en el gramófono, ojos cerrados, un pasito, otro pasito, adelante, mis gatitos bebiendo leche en un plato sucio, concierto de pulgas, geranios en la cocina, las vecinas cuchichean, sus hijos juegan en el patio a las canicas con las rodillas negras de carbón, los zapatos rotos, algunos se enamoran, otros se mueren, y yo desfilando, despacito, que me caigo, aún sonrío, me caigo, me hundo en la cama. Qué me voy a hundir si está como una piedra, y se me desconcha el techo sobre la nariz y qué sé yo. Me voy a seguir estudiando. 

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