martes, 23 de octubre de 2012

No sabía que podrían llegar a fascinarme tanto las matemáticas. La continua ecuación a la que me sometes. Las x que me vuelvo loca por grabarte en la piel con saliva cada mañana, el continuo intentar tomar distancia  y fracasar cada vez, el medirte con todo mi cuerpo y saberte de memoria en proporción a cada mano y cada dedo. Las ganas de llorar no cuantificables, el universo hecho deseo, la mecánica cuántica que vete a saber qué es pero tiene que tener algo que ver con tu mirada. Los esquemas que me tiro horas pensando para saber cómo acercarme y que mandas al traste cuando giras la cabeza para colocarte otra vez el pelo. Y otra, y otra, y una vez más, y no dejes de hacerlo nunca, por favor, de verdad, te lo suplico.

Las ganas de verte que si quieres te las mido en kilómetros, en horas, en cafés, en angustia, en horas de sueño, en trabajos de clase, en vasos de leche con galletas, en canciones de Pauline en la playa, en lunares o en latidos.

A ver a quién le explico yo estas ganas de restarme todo para sumarme más a ti, sumarte a mí y sumarnos la piel y sumárnoslo todo y sumar besos y horas de cama hasta hacernos pasteles infinitos de sábanas en los que comernos con las manos como niñas.

Este continuo calcular la distancia teniendo dos incógnitas que me hace sonreír tantísimo. Este no poder parar de operar con todos los factores.

Este continuo calcularnos. Y solucionarnos. También. También solucionarnos.


 

domingo, 7 de octubre de 2012

Carta


Estoy echando litros de leche caliente al estómago para que me duelas menos. Estoy haciéndome un océano por dentro, me estoy ahogando mucho y me están creciendo olas como manos de espuma que echan de menos tocarte.

Cuando estoy contigo soy un ciempiés. Camino despacito, vale, pero tengo como patitas diminutas con las que te recorro arriba y abajo, arriba y abajo. No te quejes si me centro en unas flores más que en otras, porque estoy haciendo fotografías con todos los sentidos, y ya les gustaría a otros, mi amor.

Como te echo de menos también por la garganta sigo bebiendo leche y también me meto muchas letras pos los ojos, como si fuese yo un pozo sin fondo. Fíjate. Más te vale que vengas pronto a salvarme. Porque me estoy creyendo Moby-Dick y eso no puede ser bueno.

Y oye, que tengo muchas ganas de invitarte a un picnic. Ahora que es casi invierno y acabamos de enamorarnos y no es aún tiempo de cerezas. Ya ves. Así soy yo, mejor que te vayas acostumbrando, mi vida.

Me estás haciendo cosas muy bonitas por dentro y no te das cuenta. Pero bueno, yo a callar. Que sin decirlo en alto es mucho más bonito. O eso dicen.