viernes, 13 de enero de 2012

Cuerpos

A veces me repugna lo parecidos que podemos llegar a ser. 

Os veo como una masa uniforme de miembros desplazándose, emitiendo sonidos. Me desespera. Todos la misma piel, el mismo pelo, las mismas risas.

Entonces solo me consuelan vuestras tristezas, porque ahí sí me siento un poco diferente. Mi hueco no casa con vuestras enormes presencias, pretensiones de amor, de romanticismo, de letras que me suben y me bajan la comisura de los labios.

Me avergonzáis porque me entretenéis de lo importante, me engañáis con vuestros gestos y vuestras rutinas. Me hacéis confundir mi soledad elegida con vuestro rechazo, y luego sin embargo siento la carga de expresar vuestros miedos con todo mi cuerpo, llorando de placer.

Tenéis tanto vértigo, os atrae tanto el caos, que disfrutáis hasta el extremo cuando me dejo caer en el vacío con los brazos en cruz. 

domingo, 8 de enero de 2012

Me aplastas

Se echaba a llorar Julie Delpy en el taxi porque algo se había muerto años atrás cuando le conoció, porque desde entonces ya no era capaz de sentir.

A veces pienso que el corazón, o el amor, o lo que sea, no se puede reponer. Qué evidente ¿no? Pues a mí me cuesta asimilarlo.

Llega el primero y lo das todo. Después se rompe. El corazón se pudre despacito y le arrancas un pedazo para sobrevivir. En el siguiente te esfuerzas más. Quiero decir, te controlas más para sufrir menos, pero también tienes menos amor. Porque el corazón es más pequeño, e inseguro, y dedicas más tiempo y esfuerzo a protegerlo que a disfrutarlo.

Entonces se vuelve a romper. Y ahí ya te tienes que empezar a plantear cómo se vive sin él. Porque ya casi te ha desaparecido, pero vamos, que el espacio que deja es exactamente el mismo.

Ya está. Olvidas el corazón; que no te lo toque nadie, que se desintegra. Te ocupas entonces en llenar el vacío. Y resulta que encuentras a alguien que encaja casi a la perfección. Pero te roza un poco. Supongo que es lo normal al tener dos cosas así en el pecho, que no para de moverse, de ir y venir, y parece que empiezan hasta a pelearse; yo estaba aquí primero, me haces daño, échate para allá, no me dejas respirar.

Entonces se va.

Y el pedacito de corazón que te queda sobrevive, sí.

Pero tú... eso ya es otra historia.