Cuanto más tiempo paso con la gente más me doy cuenta de que estoy continuamente mutilando mi personalidad para adaptarme a lo que los demás esperan de mí. ¡Ja! Y eso que apenas paso tiempo con nadie.
Estoy constantemente poniéndome trabas. A lo largo del día me prohíbo a mí misma mil veces reír, llorar, emocionarme, chillar, gritar, enfadarme, decir lo que siento, sentir lo que pienso, pensar lo que digo, hacer lo que quiero.
No estoy a gusto con nadie (casi), y sin embargo la soledad en la que me encuentro constantemente me ahoga.