Tengo la columna vertebral cubierta de lazos de seda
apretando hasta dejarme inmóvil en la cama. La mirada se me clava en el techo y
lo desgarra cada vez que pretendo volverme hacia dentro.
El miedo me lame cosas al oído pero no tengo ganas de
escuchar. Hay algo que exhala en mi pecho como un anciano.
Me estoy esforzando por dejarme caer bonito.
No sé. Si te vas a tirar por un acantilado, al menos ponte
un vestido a juego con las olas.