domingo, 30 de diciembre de 2012

Mis manos no son manos.


Mis manos no son manos. Mis manos son pequeñas arañas. Arañitas, pequeñas idiotas. Mis manos son pequeñas arañitas idiotas muertas de frío. Juguetonas. Traidoras. Mis pequeñas arañas juegan a tejernos futuro. Mis pequeñas arañas juegan a tejer paracaídas de futuros, juegan a tejer sueños de piel, sueños de caricias. Mis pequeñas caricias se entretejen en tu piel suave, suave, suave como seda, yo torpe y pegajosa como tela, de araña. Mis pequeñas arañas se calientan las patitas de pensarte y de tejerse en ti. Tejerse, perderse. Mis pequeñas arañas tejen telas de araña sobre tu piel para no caer al vacío cuando me lance, al fin. En ti, mi trocito de piel, mi manta de sueños, mi collar de nubes...





jueves, 20 de diciembre de 2012

De aquí a Roma

Te (ngo miedo de volver a ser yo y que se convierta en un motivo para la distancia. Te quiero tanto que me elevas hasta dejarme colgada de las nubes. Y joder, qué vértigo. Te me has metido muy adentro. No sabía yo que tuviese tantas grietas, que fuese de un material tan poroso. Pero oye, mira. Y aquí estamos, volviéndonos imprescindibles. Te veo moverte por la habitación y me pareces el fenómeno meteorológico más bonito que he visto en mi vida. Vas generando corrientes de energía emocional por ahí como si no te dieras cuenta (no me creo nada). Eres todo suavidad por fuera y una maravillosa sensibilidad abrupta por dentro, una oscuridad de colores vivísimos, una suerte de montaña inabarcable salvo por la bruma que te generas. Que sé yo que a veces parezco intangible (o todo lo contrario) pero dime tú cómo compito yo con el estado gaseoso con el que te llenas por dentro cuando estamos juntas y desnudas en la cama. Ya ves, que quisiera yo llegar tan adentro y expandirme hasta calmarte (o colmarte, no sé) el pensamiento. Pero supongo que cada una tiene sus cositas. Lo difícil es desempeñar un papel sin saber cuál te ha tocado. Pero tranquila, que yo mientras te quiero. Mira. No sé si sabes esa sensación en el pecho cuando tumbada sobre el césped se te engancha la mirada de la rama de algún árbol y el sol juega a esconderse, descubriéndose a través de las hojas. Así tú me ves y yo te siento cuando intuyo que me miras por entre ese pelito tan suave que tienes. Cada una tiene su manera de esconderse. Yo cuando siento fuerte lo empujo hacia dentro, pero no tengo nada para disimular con las manos. Y claro. Ay, oye, no sé, pero yo me quedo. Que eres el mejor paraje que voy a encontrar de aquí a Roma. Seguro) quiero.