jueves, 7 de junio de 2012

Brasil

Papá llega de un largo viaje. Un viaje muy largo y, tras la cena, le pregunta a Gabriela si puede ponerle una canción.

Papá se recuesta en el respaldo del sofá mientras Gabriela enciende la música. "Sssh". Silencio. "Es una canción para escucharla". 

Apenas escucha las primeras palabras, ella viaja con la memoria a una oscura habitación de Madrid con olor a madera antigua barnizada. Al cerrar los ojos casi puede volver a sentir el perfume de aquel chico de Brasil haciéndole cosquillitas en los orificios de la nariz... Un chico de esos que camina en invierno por Gran Vía con chaqueta y sombrero.

Gabriela está tumbada en la cama mientras él prepara tres copas de absenta, tal y como se tomaba antes, con su terrón de azúcar y Erik Satie sonando de fondo. Una compañera de la facultad ojea los tomos de "El Capital" de Karl Marx, que se extienden sobre las baldas, con una sonrisa deliciosa en la boca. 

Llaman a la puerta. El padre del chico les trae unos platos de pescado cocinado al horno. Gabriela recuerda con detalle los aros de cebolla dispuestos de manera perfectamente concéntrica, pochaditos en mantequilla, y su olor peleándose con el olor de la madera barnizada, el de los libros y el del alcohol.


Después de comer, de hablar de política, de cine, de música, de arte y de cultura, la compañera de la facultad se va; les deja solos.


- ¿Te suena el libro "Gabriela, clavo y canela"?
- Pues claro, de Jorge Amado, cómo no me va a sonar. Tengo por aquí la película.
- Mi padre me puso mi nombre por la protagonista de ese libro.
- Vaya... tu padre acertó de pleno.

Y la ven. Ven tumbados en la cama la película brasileña del libro por el cual su padre escogió su nombre. Su padre, que está sentado en el sofá con ella, escuchando la canción que le lleva a recordar ese momento.

Y es en ese momento, en ese preciso momento, cuando el tiempo está a punto de romperse, sobre todo porque Gabriela sabe que lo que ocurrió después en esa habitación jamás llegó a nada, y se pregunta si las decisiones que tomó entonces no fueron quizá las equivocadas. 

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