sábado, 6 de marzo de 2010

... para después reconstruirme


DESPEDIDA DEL MAR



Por más que intente al despedirme

guardarte entero en mi recinto

de soledad, por más que quiera

beber tus ojos infinitos,

tus largas tardes plateadas,

tu vasto gesto, gris y frío,

sé que al volver a tus orillas

nos sentiremos muy distintos.

Nunca jamás volveré a verte

con estos ojos que hoy te miro.



Este perfume de manzanas,

¿de dónde viene? ¡Oh sueño mío,

mar mío! ¡Fúndeme, despójame

de mi carne, de mi vestido

mortal! ¡Olvídame en la arena,

y sea yo también un hijo

más, un caudal de agua serena

que vuelve a ti, a su salino

nacimiento, a vivir tu vida

como el más triste de los ríos!



Ramos frescos de espuma... Barcas

soñolientas y vagas... Niños

rebañando la miel poniente

del sol... ¡Qué nuevo y fresco y limpio

el mundo...! Nace cada día

del mar, recorre los caminos

que rodean mi alma, y corre

a esconderse bajo el sombrío,

lúgubre aceite de la noche;

vuelve a su origen y principio.



¡Y que ahora tenga que dejarte

para emprender otro camino!...



Por más que intente al despedirme

llevar tu imagen, mar, conmigo;

por más que quiera traspasarte,

fijarte, exacto, en mis sentidos;

por más que busque tus cadenas

para negarme a mi destino,

yo sé que pronto estará rota

tu malla gris de tenues hilos.

Nunca jamás volveré a verte

con estos ojos que hoy te miro.


José Hierro

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