martes, 24 de julio de 2012


Qué sería de la poesía sin las presas. Si dejamos escapar el amor y los besitos a pequeños sorbos entre los dientes, en lugar de acumularlos en el pecho hasta doler mucho, muy fuerte. Porque a veces decidimos sacrificar los poetas un poco de poesía para sentir un poco menos, y lo maquillamos todo con estrellitas y brillantina de palabras un poco superficiales, un poco frías, un poco llenas hasta el cuello de vacío, empachadas de costumbre.

Hay que digerir la vida también, que si no luego no hay quien se levante del sofá y nos pasamos el día durmiendo, y no todos tenemos cerca un río o un parque o una playa o una cascada o el cuerpo de un amante para cerrar los ojos y no pensar en nada.

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