miércoles, 26 de octubre de 2011

Jugar a científicos

La primera vez que entré en un aula de infantil me sentí como Alicia en el país de las maravillas. O yo había crecido de repente o aquellos niños eran muy pequeños. Solo tenían dos años, y no eran solo ellos, sino también todas las cosas diminutas que había en el aula. Todo mini.

Sin embargo, como por arte de magia, a medida que pasaban los días, los niños cada vez me parecían más grandes. O ellos estaba creciendo o yo me estaba poniendo a su altura. La cuestión es que de pronto ya no eran niños, sino seres con una metodología de aprendizaje y un mundo totalmente diferente al mío.

En el cole cambian las perspectivas. El adulto se agacha, el niño levanta la mirada del suelo y aspira a tocarlo todo, a aprender de todo lo que existe y de todas las combinaciones de realidad posibles. 

En los últimos años he podido observar y participar en numerosísimas conversaciones en las que los defensores de la ciencia insultaban a los estudiantes de letras y al contrario. Aunque he defendido cuanto he podido mi rama (las letras), creo que es necesario reconocer que es indispensable tener conocimientos sobre ciencias, y lo que es más importante, tener esto muy en cuenta en la educación infantil.

¿Qué? ¿Cómo? ¡Ciencias en Educación Infantil! ¡Qué barbaridad! Sí, y os digo más, que el juego tiene mucho de científico. HORROR.¿Pero cómo se te ocurre?

Pues sí, se me ocurre:

- Primero porque es FUNDAMENTAL conocer el desarrollo del niño. Y del adulto. Y de los mecanismos de aprendizaje que tienen todo que ver con lo cognitivo, con nuestro cerebro. Porque en ocasiones tendremos que enfrentarnos a enfermedades, y es necesario que sepamos qué y cómo son. Por cientos de motivos.

- Y segundo, porque el aula de infantil no es otra cosa que un laboratorio. Un lugar en el que los niños se formulan preguntas de todo tipo y en el que cuentan con numerosísimas herramientas para encontrar las respuestas. Y las respuestas las encuentran ellos no porque se las damos nosotros, sino porque realizan auténticos procesos de investigación, experimentaciones basadas en el método del ensayo-error. Métodos, procesos y herramientas que nos ayudan a adquirir un pensamiento crítico.



Y jugar, jugar cientos de veces a ser científicos: Aprender que cuando suelto algo de mi mano, cae al suelo y hace ruido, que distintos materiales hacen diferentes sonidos y reaccionan de diferentes maneras según la presión que se ejerce sobre ellos, descubrir qué ocurre cuando se mezclan diferentes colores, emocionarme al aprender a dividir la plastilina (¡eso es partir a la mitad!), experimentar las cualidades de los líquidos, descubrir la luz, la sombra, el sol y las estrellas...



¿Por qué los niños no quieren ser científicos? 


1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, te recomiendo leer "Misión de la Universidad (1930)" de Ortega y Gasset ( Tomo IV obras completas ). Me parece que hoy resulta en cuanto al tema de tu post más acertado todavía que cuando lo escribió. Un saludo:
José ( manto.joseluis.arroba.yahoo.es )