sábado, 17 de julio de 2010

...y en mi pecho se estremece una camelia...

Qué sensación de plenitud el descubrir que un día cualquier puede convertirse en un día grandioso gracias a las pequeñas cosas.

La felicidad por las metas alcanzadas por las personas a las que quiero, las palabras de una mujer, una amante, una sabia, el final de un libro, el descubrimiento de una ópera. Todos estos pequeños sucesos se reúnen en la noche de hoy para hacerme llorar de felicidad.

Me parece mágico: La protagonista del libro, a unas páginas del final, nombra una obra de ópera que, a su gusto, es la mejor obra de canto de la historia. Me pica la curiosidad, así que la busco, y decido escucharla por completo, hasta que acabe el libro. Pues bien, llego al momento final, al más importante del libro y suena precísamente mientras leo la pieza magistral de Purcell: Dido & Eneas. Act 3: "When I am laid in earth"

Thy hand, Belinda,



darkness shades me.



On thy bosom let me rest,



more I would,



but Death invades me;



Death is now a welcome guest.



When I am laid in earth,



May my wrongs create



no trouble in thy breast;



remember me, but



ah! forget my fate.

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