martes, 22 de marzo de 2011

Falsas promesas


Así pensáis ahora; pero las resoluciones que formamos las quebrantamos a menudo. El propósito no es más que un esclavo de la memoria; su nacimiento es brusco, pero escasa su validez. Ahora, como fruto acerbo, está adherido al árbol; pero caerá por sí solo cuando esté en sazón. Es de todo punto inevitable que olvidemos pagar lo que nos debemos a nosotros mismos; y cualquiera cosa que nos propongamos en un rasgo de pasión, cuando ésta se calma, se desvanece el propósito. La violencia del dolor o del placer destruye sus resoluciones. Allí donde más bulliciosa es la alegría, más se lamenta la tristeza, y basta un leve accidente para que la tristeza se recocige y el regocijo se entristezca. Ni aún el mundo será eterno, y así no es cosa extraña que hasta nuestro amor cambie con nuestra fortuna, pues todavía nos queda por resolver si el amor gobierna a la fotruna o la fortuna gobierna al amor. Cae el potentado, y sus favoritos huyen de él; encúmbrase el menesteroso, y sus enemigos se hacen amigos. Y hasta tal punto es el amor compañero de la fortuna, que el que vive en la abundancia nunca dejará de tener amigos, y el que en la estrechez prueba a un falso amigo, no tarda en convertirlo en enemigo. En suma, nuestras voluntades y nuestros destinos corren por tan opuestos senderos que siempre quedan desbaratados los proyectos que forjamos. Dueños somos de nuestros pensamientos, pero no de llevarlos a la práctica. Tú afirmas que no te unirás a un segundo esposo; pero, al morir el primero, morirán con él tus pensamientos.

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