Me costó descubrir que en el fondo lo que ocurría era que tú me habías llenado el corazón de arena, mar, rocas, mariposas, árboles milenarios y serpientes. Ahora llevo dentro de mí las tardes de lectura y tormenta, de manta y chimenea, de bizcocho de canela y chocolate. Soy un hada de flores y enredaderas creciéndome desde los pies hasta la nuca. Me huelen las venas a río y musgo, me laten como amaneceres acelerados llenos de escarcha, me corre la sangre a encontrarse cerca de ti como los caracoles hacia el asfalto mojado sin miedo a morir aplastados. Siento en mí los primeros rayos de sol constantemente, en las rocas que me crecieron, que quise apartar y que ahora acogen tanta vida. Soy en mí una niña trepando ramas hasta que las nubes ponen en mi nariz su dedo. Soy en mí niña india, cría de lobo, libélula. Si supieses cómo se me pueblan los hombros de petirrojos y ganas de estar viva, cómo de eterna me hace sentir sufrir en mis hojas las estaciones, mientras me trepan las hormigas por el tronco.
Toda esta vida dentro de mí es por ti.
Cómo no voy a tener miedo de mirar fuera.